EL CLUB DE LA LUCHA

Primera norma del «Club de la lucha»: Nunca hables del «Club de la lucha»

Hace pocos días, en la gala de los OSCARS, Will Smith le cruzó la cara a Chris Rock cuando este le hizo una broma a su mujer Jada Pinkett Smith a costa de su alopecia. Bien, la gente se volvió loca con el tema, las redes ardían y la gente se posicionaba de forma estrambótica al respecto llegando a defender su postura en absurdas discusiones de forma totalmente vehemente. A casi nadie le importó la gala, ni quiénes fueren los galardonados. El resultado fue la cancelación de varios proyectos que el actor tenía en marcha y la prohibición de acudir a ninguna gala organizada por la academia durante diez años. Y lo que vendrá…

El debate principal; ¿Estuvo bien o mal lo que hizo?

Los debates que se dieron después; ¿Es Will un violento? ¿Es acaso un «señoro machista que protege su posesión»? (Sí, hasta gilipolleces como estas he llegado a leer) ¿Es Chris Rock un «abusón» por meterse así con la gente? ¿En el humor todo vale? ¿Es Jada Smith una «tóxica manipuladora» y Will está demasiado estresado?

Y ahora los debates hipotéticos (mis preferidos); ¿Si Will fuese blanco que hubiese pasado? y, ¿Si fuese ella quién le hubiera pegado? o ¿Si Chris fuera una mujer…?

En definitiva, pasamos de lo básico a lo rebuscado. Los «opinólogos» de las redes (famosos y anónimos) han tenido la necesidad de buscar teorías de todo tipo siempre amparándose en sus creencias, moralidad y hasta en su propio discurso ideológico para encontrar la razón que a ellos mejor les pareciera. Como no podía ser de otra manera en la era del «mi opinión importa», la inclusividad forzada, el enemigo imaginario y los ofendidos profesionales.

Todo el mundo ha opinado y sacado sus conclusiones. Por supuesto, me incluyo.

Lo que la mayoría olvida es que, en primer lugar, no tienen ni idea de la vida privada del actor, de cómo es realmente, ni de lo que pasa por su cabeza por mucho libro que se hayan leído y por mucho curso de psicología online hayan hecho. Y en segundo lugar, y esto es lo más importante, es que lo que hizo Will Smith (bien o mal) es algo propio del comportamiento humano.

LA PELÍCULA

En el año 1999, David Fincher adaptó al cine la novela de Chuck Palahniuk «El Club de la Lucha«. En ella se nos narra la aburrida vida de un hombre normal (interpretado en el filme por Edward Norton), uno más del engranaje social que, pese a no tener mayores problemas, se siente vacío y hastiado hasta el punto de llegar a sufrir insomnio crónico. Visita a su médico con la idea de que le recete algún tipo de medicación, cosa a la que éste se niega. No obstante, le recomienda asistir a grupos de terapia para exponer sus frustraciones. El protagonista, que en primera instancia no tiene nombre, se hace adicto a estos grupos en los que él mismo miente para seguir asistiendo. Esta costumbre le comienza a ayudar a dormir por las noches y en uno de esos grupos conoce a Marla (interpretada por Helena Bonham Carter) la cual también asiste a esos grupos por una razón similar a la suya. Él llega a pedirle que acudan a grupos diferentes, ya que el hecho de que ella conozca su secrete le perturba, además no quiere que le delate. Su cerebro, de alguna manera, hace click.

En un viaje por trabajo, nuestro protagonista conoce a Tyler Durden (Brad Pitt en la película) un carismático vendedor de jabones que le deja absolutamente encandilado con sus ideas existenciales sobre el bien y el mal, el hacer lo que a uno le apetezca independientemente de las apreciaciones morales de los simples esclavos de un mundo consumista y falso. Tras encontrar su casa destrozada, el hombre normal llama a Tyler para tomar unas copas y airearse. Siguen con su nihilista conversación hasta que acaban en casa del segundo y este le pide que le pegue. Ambos se muelen a palos y se lo «pasan pipa». Pasan los días, comienzan a vivir juntos y siguen con la práctica. El triste vendedor nunca se había sentido tan bien, Nunca se había sentido tan vivo. Su cerebro vuelve a hacer click.

Llaman tanto la atención que deciden pasar a pegarse a su garaje. Allí llegan mirones y gente dispuesta a, también, partirse la cara. En ese momento deciden crear el «El club de la lucha», un encuentro entre iguales donde la finalidad es descargar tensiones a base de pegarse palizas de muerte.

Aquí paro con la trama. Si no la has visto, ya estás tardando. Obra de culto, oiga.

EL TEMA: LA VIOLENCIA, UNA PULSIÓN NATURAL

El tema principal (y que se atisba bastante rápido) es el vacío existencial. La frustración. El no ser nadie en un mundo en constante cambio, loco, plagado normas y de estímulos banales frente a la propia naturaleza del ser humano. Unos optarán por el sexo, otros por las drogas y otros por la violencia como válvula de escape. El hecho de que, tras el estreno del filme, se creasen diversos clubs de la lucha por todo Estados Unidos dice mucho sobre esta condición.

¿Es el ser humano violento? ¿Está en su naturaleza? Sí (es supervivencia). Vamos a obviar casos extremos como enfermedades mentales o la pura maldad, que haberla hayla. Ponerse a divagar aquí sobre la violencia y en qué casos está justificada y en cuáles no, no es lo importante. Lo cierto es que el ser humano guarda dentro suyo límites que, viéndose sobrepasados, pueden llevar a comportamientos violentos de una gravedad u otra. Y es que, pese a vivir en este occidente edulcorado, los humanos hemos vivido enfrentados a constantes desafíos en los que hemos tenido que recurrir a la fuerza. Ya sea para protegernos a nosotros o a los nuestros. Incluso hemos atacado a terceros primero por nuestra propia supervivencia. Esto que aquí expongo está sucediendo ahora mismo en muchos lugares del mundo.

Uno mismo sufrió un violento asalto nocturno y tuvo que repelerlo a guantazos. Podría no haber hecho nada y perder todas mis pertenencias. Justificado o no, no negaré que mi mente a fantaseado con haber hecho mucho más de que lo hice. Otra vez, salté sobre un tipo que había tocado a mi pareja en sus zonas intimas. A ver, ¿En que lugar me dejan a mí esas actitudes? ¿Y a un boxeador? ¿Y un militar?

Cuenta Pérez-Reverte que aquellos que durante semanas le dieron cobijo, curas y cariño estando él enfermo en uno de sus trabajos como periodista de guerra en África y a los que acabó considerando «hermanos», tras una heroica batalla, les vio torturar, saquear, violar y matar de las formas más aberrantes y salvajes. ¿Cómo se puede entender esto? La guerra (y todo lo que supone) es la respuesta corta y ahora lo estamos viendo y viviendo de primera mano con todo aquello que nos llega desde el frente (en ambos bandos, además).

Al final, como bien sucede en el filme, y entendiendo que somos seres sociales con determinadas necesidades, el mal comportamiento frente a otros y frente a uno mismo (la espiral de autodestrucción), acaba pasando factura. Así que dicho aquello de que «pecar es humano» y todos podemos equivocarnos (hasta ciertos límites, se entiende) discernir entre aquello que está bien de lo que no, tener autocontrol y empatía es también algo propio y diferencial de nuestra especia. Y es que el ser humano es capaz de lo peor y, afortunadamente, de lo mejor.

Will es simplemente un ser humano que estalló, por los motivos que sean. Estalló y tampoco es que su reacción fuese extrema, simplemente se vio en la necesidad de defenderse. A él, a su mujer, tanto da. No debemos juzgar una vida por un acto que ni tan siquiera fue exagerado. Se comportó como lo que es, un ser humano.

Y hasta aquí esta malgama de reflexiones de madrugada. Creyéndose uno tan importante como para dejarla aquí escritas. Estos opinólogos…

Si es que se quedaron a gusto los tíos… ¡HASTA LA VISTA!

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