¡ESTA PELÍCULA ES UNA MIERDA!

¿Es lícito catalogar vehementemente de «basura» el trabajo de tantos y tantos profesionales simplemente porque no nos haya gustado?

Imagen que me encontré en un foro, la cual me pareció bastante descriptiva.

Este es un artículo de opinión, una mera reflexión personal.

CINE Y EL CONCEPTO ARTÍSTICO

¿Qué es el ARTE? (No, no es morirse de frío). Para empezar tengamos en cuenta de que el arte es un concepto humano. Transmitir emociones e ideas de todo tipo desde la imagen o el sonido. El cine (7º arte) es una forma de transmitir dichas emociones e ideas englobadas valiéndose de la imagen y, desde que se incorporó, también del sonido. Hay que tener en cuenta que una obra puede ser tan vacía como estética o tan plena como simple. Esto puede variar en la percepción del público, aunque no tanto en la percepción del verdaderamente entendido en la materia.

«Una obra puede ser tan vacía como estética o tan plena como simple».

Aquellos conceptos que definen si una película es «buena» (dicho de forma coloquial) son más o menos claros para los analistas con conocimiento en la materia. Se puede valorar un film formando un todo que englobe la construcción narrativa, su apartado técnico y visual, el factor interpretativo, etcétera. Si nos referimos al público en general, su valoración vendrá dada en cuanto a si la obra le ha resultado entretenida, excitante, reflexiva o cualquier sensación o emoción que le haya valido la pena tras su visionado. Luego ya sí, para gustos están los colores.

«Llevar a cabo una obra audiovisual profesional apta para ser comercializada es casi siempre una labor titánica».

Veamos, si hacemos una rápida comparación entre «Réquiem por un sueño» o «Fast and Furious» (cualquiera de la saga), un entendido te dirá que la primera es una fantástica película y que la la otra, bueno, para gustos están los colores… Cualquier consumidor «mainstream» de cine palomitero te podrá decir todo lo contrarío. Cualquier chovinista pseudointelectual con ínfulas de «noseque» te dirá que el único cine bueno es el europeo, concretamente el de la «nouvelle vague», el de no se qué director iraní, y que de USA se salvan Sofía Coppola y poco más… Este último puede tener su razón (y ser realmente un entendido), o quizá ser alguien que va muuuy de listo como hacen esos que se paran en un museo delante de un cuadro que no entienden durante dos horas mientras fingen sentir un orgasmo. Todo puede ser.

Y por supuesto, sin quitar ni darle la razón a ninguno, expongo a cualquier ilustrado el siguiente ejercicio:

Una productora te ofrece 120 millones de dólares para hacer una película de casi dos horas en la que habrá una secuencia en la que veinticinco coches, dos motos y un helicóptero, deberán recorrer una carretera de más de ochenta kilómetros. En dicha secuencia se deben reventar el 75% de los automóviles, las dos motos, el helicóptero deberá estrellarse, habrá tres explosiones y se hundirán dos puentes.

«Ale majo, todo tuyo».

¿Es esto difícil de realizar? En dos palabras (para enfatizar); SÍ, MUCHO.

Por lo que conozco del mundo del cine y mi humilde experiencia propia en el oficio puedo decir, sin ningún tipo de duda, que llevar a término una obra audiovisual (independientemente de su dimensión y siempre que la finalidad de la misma sea lo más honesta posible) es una batalla encarnizada por mucho que uno ame y disfrute con su trabajo. Desde el director hasta el último figurante que aparece para soltar una frase prácticamente irrelevante. Son personas que suelen tener una implicación que van desde lo profesional hasta lo emocional para con la obra.

Una película puede contar con un guión patético y sin sentido alguno, con un montaje desastroso, con interpretaciones bufonescas, ser un instrumento propagandístico insultante, tener a algún enchufado en un puesto clave de la producción obstaculizando todo… Si encima tenemos en cuenta de que se ha invertido una cantidad económica importante, ya sea por lo privado o lo público (cosa que escuece aún más), es fácil que acabemos llevándonos las manos a la cabeza y soltando mil improperios.

Además, la industria, como buena máquina de producción que es, puede colarnos chapa por oro. Usar la gallina de los huevos (como pasa con los tantos y tantos remakes o crossovers a los que estamos tan habituados) hasta dejarla raquítica, moribunda y con cierto tufo apestoso que llega a salirse de la pantalla. Eso de crear refritos de más refritos directos y sin vaselina. Nos tragamos cualquier cosa, eso sí, en muchos casos cargados de fanática ilusión… O igual no tanta.

¿POR QUÉ NOS HACEN VER ESTO? ¿POR QUÉ SE HAN CARGADO LA SAGA DE ÉSTA MANERA? ¿POR QUÉ? ¿POOOR QUÉ?

Claro que muchas de las producciones que llegan a nuestras pantallas están pensadas para, simplemente, «ganar billetes», pero es importante tener en cuenta una cosa; Llevar a cabo una obra audiovisual profesional apta para ser comercializada es casi siempre una labor titánica. Y no solamente por el dinero que se debe invertir en ella o la cantidad de medios técnicos con los que hay que contar, logística, tiempo del que se dispone y así mil cosas más.

PRODUCIENDO…

Hay un punto importante como puede ser el FACTOR SUERTE. Cierto es que una buena planificación debería enviar esto a tomar viento, pero en algunos casos ni con esas y no está de más decir que en muchos casos los problemas que puedan surgir no se arreglan ni inyectando varios millones de dólares (o euros) más a la producción.

Para hacerme entender me quiero enfocar en la parte HUMANA, en los profesionales que hacen cine. Cada profesional tiende a dar lo mejor de sí mismo cada vez que entra en un proyecto, en contadas excepciones encontramos a boicoteadores de su propio trabajo en esta industria. El director quiere hacer una buena película (independientemente de sus cualidades), los actores desean comerse la pantalla, y así puedo seguir con los guionistas, los creadores de efectos, maquillaje, producción y demás. Es un trabajo vocacional que requiere de preparación, planificación, tiempo de estudio y práctica y, como no, algo de talento.

A veces uno piensa que si el resultado final es ese (un desastre o medio desastre), bien es mejor que no se estrene nada, que se rehaga o que simplemente se deje en un baúl bajo llave en un almacén perdido de algún pueblo perdido en un país inhóspito. Pero no, no es tan sencillo. Los inversores no suelen poder permitirse semejante cosa y el estigma a nivel laboral que se puede crear en torno a los responsables de realizar el trabajo puede ser lapidario si no sacan partido a la inversión que se les concedió. Así pues, es mejor sacar adelante el filme de la mejor forma posible, o venderlo de la mejor forma posible, cruzar los dedos y que al menos salga lo más rentable posible.

Una mala dirección puede destrozar una película, cargarse un espléndido guión (o salvarlo en caso de que este sea mediocre), un mal montaje, ídem, y así con cualquier otro pilar de los muchos que componen la creación de una obra de este calibre.

«Todos estos ejemplos se pueden extrapolar a casi cualquier representación artística ya sea el cine, el teatro o la literatura».

Por muy mal que sea el resultado final de una película, puede contar con una banda sonora maravillosa, con un vestuario de ensueño o con unos efectos visuales apabullantes. Y eso, amigo, hay que saber reconocerlo también. Difícilmente encontraremos a profesionales del medio que busquen hacer mal su trabajo. Todos estos ejemplos se pueden extrapolar a casi cualquier representación artística ya sea el cine, el teatro o la literatura.

Os quiero aconsejar el fantástico documental «Lost in La Mancha». Una especie de making-of del año 2002 sobre la cantidad de situaciones que pueden frustrar de formar calamitosa la producción de un film. En la película en la que trabajaba Terry Gilliam desde el año 1998, las condiciones climatologías, ambientales, los problemas de producción, enfermedades inoportunas, la pérdida de tiempo y la consiguiente sangría económica, fueron claves para que «El hombre que mató a Don Quijote» no pudiera llegar a estrenarse. Los productores y diversos inversores del filme veían como todo su dinero se escapaba irremediablemente por el retrete.

Gilliam retomó el proyecto y la película pudo ser al fin rodada, no sin hacer antes efectivos y más que visibles cambios. Acabó estrenándose con mucho esfuerzo en el año 2018. El bueno de Terry pudo sacar adelante su versión de nuestro «ingenioso hidalgo» 20 años después de su concepción original.

Las opiniones sobre la misma son diversas.

No pretendo aleccionar a nadie, ni privar a nadie de decir lo que le dé la real gana, faltaría más. Odio la censura, sobretodo la de hoy día, ya que parece que uno tiene que ir midiendo absolutamente todo lo que dice. Es más, no voy a negar que no haya hecho esto nunca (criticar), de hecho lo hago constantemente. Mi indignación en ciertos casos roza lo absurdo. Quizás un día escriba sobre ello, ya que hay cada cosa…

También me gustaría dedicarle un artículo a ese «otro cine» denostado por la crítica en particular y por la mayoría del pueblo en general, pero que tiene un incontestable encanto que lo convierte en algo, y lo digo así, maravilloso.

Dicho esto, espero que antes de asegurar que esa película es un «mierdón de campeonato» tengas en cuenta, al menos, lo muchísimo que ha costado llevarla a tu pantalla, que si la revisas bien puedes encontrar alguna joya escondida en ella y que es probable que haya un importante componente de ilusión por parte de sus creadores (y no meramente dado por la posible repercusión económica que dicha obra le pueda aportar). Entonces sí, dilo con toda tu ira, rabia y fuerza.

Al fin y al cabo, has pagado por verla…

…O eso espero. (No me seas «piratilla» que eso está muy feo).

¡HASTA LA VISTA y VIVA EL BUEN (y no tan buen) CINE!

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