LA 2da GUERRA SINO-JAPONESA (Nankín)

Hubo un tiempo en que el Japón imperial se aventuró a conquistar Asia bajo unos pretextos que poco se diferenciaban a los de los regímenes totalitarios que pululaban por Europa. Superioridad racial y cultural. La idea era muy clara. Los japoneses no podían quedarse atrás ni ser nunca sometidos por las potencias extranjeras. Por ello, había que golpear antes. La antesala de la segunda guerra mundial se vivió en diferentes frentes. Uno de ellos fue oriente, donde se cometieron algunas salvajadas de las que poco se habla en cuanto a siglo XX se refiere.

Las acciones del pasado no deben ser juzgadas con ojos del presente y mucho menos usadas de escusa para atacar a los descendientes de sus protagonistas, pues nada tienen que ver ya con lo que pudiesen hacer sus antepasados. Deben ser analizadas y estudiadas con objetividad, poniendo especial énfasis en los detonantes previos, para que no se puedan volver a repetir jamás.

La entrada triunfal en Nankín del ejército Imperial Japonés con el general Matsui a la cabeza

TE PONGO EN CONTEXTO

Nos encontramos a finales del siglo XIX. Desde principios de agosto de 1894 a mediados de abril del año 1895, la antigua dinastía Qing de China se enfrentó al Imperio Japonés de la dinastía Meiji en plena expansión por el control de la península de Corea. Saliendo los segundos vencedores de la contienda. Corea ya era parte del Japón imperial, así como otros territorios como Taiwan. En esa contienda murieron unos 5.000 soldados japoneses frente a unos 35.000 chinos. Este conflicto fue denominado como Guerra Sino-Japonesa (la primera) y terminó con el llamado tratado de Shimonoseki el cual obligaba a China a mantener una serie de tratados comerciales con Japón poco o nada rentables, además de las diversas posesiones territoriales que los nipones se agenciaron.

China y Japón habían guerreado en diversas ocasiones a lo largo de la historia (generalmente con ataques realizados desde el continente a las islas) pero esta vez, y con la llegada de tiempos nuevos, las tensiones entre ambos países eran crecientes y más aún si añadimos las pretensiones expansionistas del país nipón (cosa que no quita que China también las tuviese pero tenía problemas bastante más gordos en casa). Japón acababa de derrotar a Rusia en la llamada Guerra Ruso-Japonesa, estaban muy «onfire». Llegó el año 1937 y sucedió lo que para algunos es, junto a otros conflictos como la guerra civil española, la antesala de la Segunda Guerra Mundial, la Segunda Guerra Sino-Japonesa. (Mucha guerra, cierto. Y más que habrá).

La bandera del Japón Imperial

En ese momento Japón era el país más preparado para la guerra de toda Asia. Un ejército modernizado, con unos 300.000 soldados y casi dos millones de reservistas instruidos en las artes de la guerra. China, evidentemente, era un país mucho más poblado y su ejército contaba con cerca de 2 millones de efectivos, una barbaridad. Pero su preparación militar, armamento y la condición física de sus efectivos (había mucho desabastecimiento), no estaba a la altura de la vigorosidad del imperio vecino. Hay que destacar que, además, el ejército chino estaba ya moralmente muy mermado debido al recuerdo de la anterior guerra con Japón o la lucha interna contra los comunistas en incipiente expansión por el país. Esto hacía que las tropas de Chiang Kai-Shek, el nuevo líder unificador (al menos lo que pudo) de la nueva República de China, no fueran los soldados mejor motivados para enfrentar semejante asunto.

El líder político y militar Chiang Kai-Shek

Hay que decir que Chiang y los comunistas pactaron una tregua de cara a la invasión que se les venía encima. Al fin y al cabo, ambos bandos habían luchado juntos en la revolución anterior contra el gobierno de Beiyang del cual salieron vencedores y, además, todos son chinos. Se comprende.

China estaba moralmente tocada tras el tratado de Shimonoseki. Además los japoneses no paraban de realizar amagos de ataque para dejar clara su fuerza y superioridad militar. Tras unas cuantas escaramuzas y movimientos diplomáticos que no llegaron a nada, así como algunas excusas propias de la época para justificar el aumento de las tensiones, en agosto del año 1937, un contingente japonés enorme tomó la ciudad de Shanghái.

Hay que destacar que a niveles diplomáticos algunos países, como la Alemania de Hitler, apoyaban a China (incluso llegaron a enviar algo de armamento), otros, como Estados Unidos lo hicieron con Japón. Países que en muy pocos años estarían en bandos totalmente opuestos. Curiosos los juegos de poder.

Volviendo a Shanghái, en cosa de tres meses los japoneses ya habían tomado la ciudad. Se calcula que en esa batalla murieron unos 250.000 soldados chinos. Por otro lado, Japón atacó y tomó otras tantas ciudades Chinas (Xinkou y Taiyuan) y así, con esa constancia, en meses se había hecho con toda la costa oriental del país. Es ahí donde se encontraban algunas de las mayores fuentes de riqueza de China. El poder e influencia de Japón le permitió ir colocando gobiernos bajo su mando en diferentes ciudades del país rival tras haberlas conquistado. Así lo hizo en Pekín (actual capital China) o en Nankín (antigua capital de China), ciudad en la que entraron un 13 de diciembre de 1937.

Los soldados japoneses llegaron a hacer uso de armas químicas

La batalla (masacre) de Nankín

Como ya he comentado, los japoneses atacaron y tomaron la ciudad de Nankín con el general Matsui al mando, la capital de china en aquel momento. Esto lo hicieron con relativa facilidad pese a encontrar una aguerrida resistencia. Muchos oficiales chinos, al ver que la batalla estaba perdida, huyeron de la ciudad dejándola a su suerte. Aun así, el avance de las tropas japonesas quedó parado al norte del denominado «río amarillo». Es en ese momento cuando, dejándose llevar por la ira y a modo de represalia, los oficiales (se dice que por orden del príncipe Yasuhiko Asaka) decidieron dejar que sus soldados hiciesen lo que les viniera en gana.

El príncipe Yasuhiko Asaka

Violaciones, humillaciones, pillaje, palizas, torturas y muerte, muchísima muerte. Salvajadas de toda índole. Competiciones de corte de cabeza con katana. Fetos arrancados del útero de sus propias madres. No voy a ponerme a puntualizar todas las barbaridades que se cuentan y me voy a abstener de colocar imágenes. – No es necesario – Sin duda alguna, uno de los episodios más oscuros de la guerra. Se calcula que las muertes podrían oscilar entre las 100.000 y las 300.000 solamente bajo esta acción. No fue un acto de guerra, fue un acto de auténtica barbarie desmedida.

Esta acción, ha servido para fortalecer durante décadas el nacionalismo chino. Se usa a menudo, sobretodo cuando se quiere justificar la animadversión hacia el japonés. Por su parte, Japón lo desmiente categóricamente y asegura que este suceso no sucedió jamás como se cuenta. El relato adquirió fuerza gracias a los muchos testimonios, especialmente extranjeros, que vivieron esto de primera mano. Uno de ellos era un tal John Rabe.

John Rabe, el buen alemán de Nankin

John Heinrich Detlev Rabe, nacido en Hamburgo (Alemania) en 1882, era un comerciante y diplomático del Partido Obrero Nacional-Socialista Alemán (un nazi, para entendernos) que durante la masacre de Nankín se las ingenió para mantener el área diplomática como refugio para él y los muchos extranjeros que habitaban la ciudad. No dudó en dejar pasar a miles de ciudadanos y soldados chinos y así evitarles una más que posible muerte. De hecho, llegó a acoger a unas 600 personas en el jardín de su propia casa.

Se estima que su acto salvó la vida de unas 200.000 personas. Por ello, en la zona, se le ha llegado a bautizar como «el Buda alemán» o «el buen alemán de Nankín».

Retrato de John Rabe

Los mandos alemanes le notificaron que debía abandonar el país y regresar, pues lo que estaba haciendo podía ir en detrimento de las nuevas alianzas que se estaban tejiendo entre el Partido Nazi y los japoneses.

Otro héroe por accidente fue el misionero estadounidense líder de la iglesia episcopaliana del lugar, el reverendo John Magee Sr. (padre del famoso y malogrado piloto de la Segunda Guerra Mundial John Gillespie Magee Jr.). Este tomo mando sobre la zona zona diplomática acogiendo a todo aquel que pudo. Su testimonio, las cosas que él mismo pudo ver y que contó posteriormente, son terroríficas.

Hasta el fin de la guerra

El avance japonés continuó, pero en 1938 lo chinos empezaron a ponerles en aprietos debido a su superioridad numérica y el gran tamaño del país. Mediante tácticas de tierra quemada, los chinos iban mermando a los contingentes nipones. Era una situación compleja para los japoneses. Empezaron a perder batallas y aquello se les volvió una especie de «Vietnam a la china». Aunque todo se resumía en constancia y paciencia, al fin y al cabo, estaban mejor preparados.

Durante esta guerra entre China y Japón y en el marco de la Segunda Guerra Mundial, fue cuando El Escuadrón 731, un programa secreto del ejército imperial japonés para la investigación y desarrollo de armas biológicas, llevó a cabo terribles experimentos sobre humanos que poco tenían que envidiar a los realizados por Josef Mengele (el Ángel de la Muerte nazi).

En 1939 estalla la ya mencionada Segunda Guerra Mundial. Japón ve que muchas rutas en territorio asiático pertenecían al Imperio Británico, así pues no dudan en reclamarlas bajo amenaza. Inglaterra no estaba para dar mucha más guerra que la que tenía en casa, así que accedió. No obstante, esto cambió cuando los Estados Unidos comenzaron a apoyar a China. Japón ya parecía tener un nuevo aliado, la Alemania Nazi.

En 1940 la guerra en China sigue, pero está estancada. Estados Unidos participa indirectamente en la misma (cosa que también hicieron los rusos en su momento) enviando material bélico y algunos militares instructores. Japón ataca Pearl Harbor, una base militar estadounidense en Hawái (bueno, ya conocemos la historia ¿No?). Estalla pues la denominada guerra del Pacífico. Es entonces cuando China dejó de ser una prioridad para Japón.

Alemania cae, Japón no se rinde. Y no lo haría, alargando el conflicto durante los años que hiciese falta. Bajo esa premisa y contabilizando las posibles pérdidas humanas que esto supondría, los Estados Unidos deciden obligar a Japón a rendirse cometiendo otra salvajada (una más, aquí hay para todos) que pondría fin al conflicto.

El 6 de agosto de 1945, el Enola Gay sobrevoló la ciudad de Hiroshima…

Poco después y tras una nueva guerra civil, Mao Tse Tung se hace con el poder en un nuevo régimen comunista. Un bastardo que, remitiéndonos únicamente a los números, hizo él más daño a sus propios compatriotas que los mismísimos japoneses.

¿Hasta dónde el ser humano es capaz de cometer semejantes salvajadas motivado por una idea? Pues esto se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia y siempre hay, para los que lo hicieron, un motivo que justificó sus actos. La aniquilación de los indios en Norteamérica, la masacre de Haití (cuando se expulsó de allí a los franceses), la «Guerra Negra» contra los aborígenes australianos, la colonización del Congo Belga, el genocidio armenio o el mismo holocausto nazi. Ejemplos, desgraciadamente, hay miles. Sin ir más lejos, cuando las tropas soviéticas entraron en Berlín tras la caída de la ciudad frente a los ejércitos aliados, su actuación con la población alemana no distó mucho de la que los japoneses pudieron tener en Nankín.

Más sobre Japón en: JAPÓN: DEL FEUDALISMO AL ÚLTIMO SAMURÁI.

Y ahora vamos con la selección de unas pocas películas contextualizadas en ese tiempo.

Ciudad de vida y muerte

Película del año 2009 dirigida por Lu Chuan.

La película, también conocida como «Nanking! Nanking!», nos lleva al momento en el que el ejército imperial japonés toma la ciudad de Nankín. Es entonces cuando, durante varias semanas, tiene lugar la masacre en la que se «ajustició» a miles de personas entre prisioneros de guerra y civiles. Juicios públicos, tortura, violación y asesinatos en masa.

La película nos muestra varias caras del suceso de la mano de distintos personajes. Un soldado japonés y su general, un soldado chino, un niño soldado, el mismo John Rabe y su ayudante (y la familia de este ayudante), una profesora, dos jóvenes prostitutas (una en cada bando), los misioneros…

Durísimo relato en blanco y negro que nos muestra los horrores de ese acontecimiento. No voy a negar que la película, pese a estar realizada con verdadera maestría en todos sus aspectos, me resultó algo difícil de ver debido a su crudeza (y mira que estoy curado de espanto). Son más de dos horas en las que la mayor parte del metraje se centra en mostrar el brutal abuso al que la población de Nankín fue sometida. Es gracias a su gran ejecución técnica y narrativa que, pese a horrorizar al espectador (si es que este cuenta con un mínimo de empata) y el cual rápidamente percibe que cada 10 minutos va a ver algo que le hiele la sangre, lo consigue mantener pegado a la pantalla.

La película comienza con los últimos estertores de la batalla en Nankín. Mostrando una secuencia digna del mejor cine bélico. Al poco tiempo, y tras acabar con la poca resistencia que queda en la ciudad, comienza la ignominia. Hay momentos, como el lento camino de los soldados prisioneros hacía el campo de ejecución, que son brillantes. La tensión está trabajadísima. En otros te llegas puedes llegar a escandalizar de la bestialidad que estás viendo. Hay una secuencia del filme, sin entrar en spoilers, donde tiene lugar una coreografiada danza de la vitoria que es una delicia de bueno gusto y de fuerza. Digna de ser nombrada y que todo buen cinéfilo debería ver.

Da la impresión de que su director, Lu Chuan, se quiso despachar a gusto. Pese a los grises de algunos personajes, la mayoría de japoneses que salen en la obra son mostrados como amigables soldados en los que prima la camaradería, la añoranza a su país y el amor a sus costumbres, pero cuando salen a hacer su «trabajo» todos se vuelven sádicas maquinas de matar con gran disposición a dejarse llevar por los más bajos instintos. El director deja espacio para mostrar el arrepentimiento y el sinsentido de lo que está aconteciendo en algún soldado invasor. Pero lo justo. Pues en su amplia mayoría son mostrados como bestias sin compasión alguna.

Pese a que son dos obras muy diferentes, la incomodidad de su visionado me recordó en algunos puntos (igual es que estaba en un momento sensible) a «Saló o los 120 días de Sodoma» de Pier Paolo Pasolini, rodada en 1976. Guardando la distancia, eso sí, pues en el filme de Pasolini toda humanidad brilla por su ausencia y, para mi, no es más que un espectáculo de barbarie partiendo de un argumento algo simplista en la que ciertos personajes, representando a ciertas instituciones, son el mal absoluto. Y punto. Eso sí, muy bien hecha.

Su mayor referente e influencia, por muchos aspectos y no solo por el uso del blanco y negro, es la película de 1993 «La lista de Schindler», del maestro Steven Spielberg. Ahora bien, considero que la obra de Lu Chuan es algo más dura y desgarradora y la de Spielberg bastante más esperanzadora.

John Rabe (Sonata para un hombre bueno)

Película del año 2009 dirigida por Florian Gallenberger.

Una película alemana que narra como John Rabe, el diplomático y comercial alemán del que hablé más arriba, ayudó a salvar la vida de unos 200.000 chinos tras la batalla de Nankín permitiéndoles su entrada en suelo diplomático.

El filme es, también, una suerte de «lista de Schindler» en versión china (No de «todo a 100», que te veo el chiste de lejos). El papel de Rabe está interpretado por el actor Ulrich Tukur, en la película podemos ver otras caras conocidas como las de Daniel Brülh, Steve Buscemi o la actriz china, internacionalmente conocida, Zhang Jingchu.

Como nota curiosa la película, de producción alemana, no fue estrenada jamás en Japón debido a las reticencias de las autoridades y las protestas de gran parte de la sociedad nipona frente a lo que consideran un acontecimiento histórico totalmente falso y tergiversado. Todas las distribuidoras japonesas se negaron a estrenar la película. Todas menos una la cual pidió, a cambio, que se eliminaran una serie de secuencias en las que se muestra al príncipe Asaka ordenando las ejecuciones en masa. La directora de la película se negó a ello.

Las flores de la guerra

Película del año 2011 dirigida por Zhang Yimou.

Zhang Yimou es uno de los directores chinos mejor valorados en el panorama cinematográfico internacional. En esta película (una superproducción a todo nivel) tenemos a John (interpretado por Christian Bale), el cual trabaja maquillando cadáveres. Este llega a Nankín cuando la batalla le sorprende en su camino hacia la catedral católica de la ciudad para preparar el cuerpo del fallecido párroco antes de su entierro. En poco tiempo, John se ve obligado a hacerse cargo de las alumnas del convento haciéndose pasar él mismo por el párroco, así como también de las trabajadoras de un burdel que se encuentra en la zona cuando estas se refugian en el edificio.

Película desgarradora y muy, muy humana. Imposible no empatizar profundamente con todos los personajes. Espectacularidad y maestría «made in Yimou» con una fotografía fantástica, un genial uso de la cámara y un muy buen Christian Bale.

La película está basada en un libro de Yan Geling de título «Las 13 mujeres de Nankín», el cual está basado en un suceso real que sucedió (que redundante todo) durante este fatídico episodio.

Y hasta aquí el Contexto Cine de hoy. Esta vez he intentado ser breve y condensar un poco más la información para que el artículo se haga más digerible y se pueda leer de una tacada. Ciertamente las hostilidades que estos dos países asiáticos se procesan vienen de muy lejos y viendo los movimientos políticos y militares de los últimos años, da la sensación de que están lejos de llegar a entenderse. Ojalá, con el tiempo, esta situación cambie y que las batallas de ayer sirvan de ejemplo para no caer más en el odio absurdo e irracional de la guerra en el mañana. (He terminado muy poético).

«South Park» siempre enseñándonos los valores de la amistad… ¡Hasta la vista!

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